Las Cronicas de Fede

Mi vida, que mas?

Nombre: Fede

septiembre 22, 2006

Fan Mail # 3


Pregunta, Fede responde.

Hola Aristigenio!
Mira loco, te escribo porque tengo un problema para tu sección de fanmail. Resulta que el otro día fui al kiosco, porque me quería comprar unas Palmeritas y un paquete de papas fritas. Y cuando le voy a pagar al tipo me doy cuenta que las palmeritas estaban re carísimas, así que le digo que las palmeritas no. Pero que pasa? Ahora tengo que ir a otro kiosco a comprar palmeritas con un paquete de papas fritas en la mano. Y yo lo conozco al pibe del kiosco, y me da no se qué entrar con algo que compré en otro lado, me entendés? Y bueno, no sé que hacer…

Carlos, de Barrio Norte


Estimado Carlos:

No es un tema menor el que planteás. De hecho, junto con el Licenciado Berdi, dedicamos dos libros en el 97 a lo que llamamos el matrimonio comercial”.

Resulta inevitable la formación de cierto vínculo afectivo para con el almacén/kiosco amigo. Ya lo decía Marx, la relación comercial, implica a su vez, una relación social. Después de todo, el almacén/kiosco no deja de ser una entidad que nos provee de tantos elementos que necesitamos para nuestro acontecer diario. Está desempeñando una importante función proveedora. Función que en algún momento desempeñara nuestra mismísima madre. La conexión lógica intrapsíquica no tarda en concretarse y pronto nos encontramos reviviendo el Edipo con nuestro kiosquero.

Pero el kiosquero no es nuestra madre, de modo que se realiza una nueva identificación con la sucesora natural de la misma. Nuestra pareja. Nos encontramos entonces en un matrimonio comercial. Más permisivo que el matrimonio propiamente dicho, ya que nos permite satisfacer nuestras necesidades en otros comercios cuando las distancias para con él son muy grandes o bien, él no se encuentra disponible (cerrado). Sin embargo, en un área de proximidad sí se imprime en nosotros un compromiso de lealtad para nuestro kiosco.

Mediante argucias de nuestro raciocinio somos semiconscientes de este proceso, y luchamos contra él. Entonces, nos vemos como Carlos, comprando en otro kiosco, que probablemente se encontraba en una posición más favorable con respecto a nuestro kiosco. Pero si el nuevo kiosco no satisface felizmente nuestra demanda, nos encontramos en la posición de tener que retornar, con el rabo entre las piernas, a confesar la infidelidad a nuestro cónyuge comercial.

Todo esto forma parte de nuestro imaginario. Y lo ideal sería luchar contra esto y dirigirnos de cualquier modo a nuestro kiosco sin vergüenza, ya que no hemos realizado nada reprobable. Pero si los niveles de angustia a tratar te resultan demasiado altos, siempre podés dirigirte a un tercer kiosco neutral y comprar tus palmeritas allí, y tu cónyuge comercial no se va a enterar.


PD: No olviden que pueden participar de esta sección, mandando su correspondencia a aristi1982@yahoo.com.ar

septiembre 10, 2006

Ilusión zoológica

Ya reconciliado con la naturaleza tras el terrible episodio de la semana pasada, tuve deseos de visitar el jardín zoológico de la ciudad de Buenos Aires, y siendo mi deseo de naturaleza concretable, allí me dirigí el día de ayer.

En verdad me alegro de la reconciliación ya que redescubrí nuevamente que los animales son hermosos en sus formas y su diversidad. Disfruté de una maravillosa tarde entre trompas, pezuñas, cuernos y plumas.

Pero sin dudas lo más curioso fue conocer a don Ramón Bervuello, uno de los cuidadores del zoológico. Cuando lo vi por vez primera corría desesperadamente en círculos a la vez que gritaba y se golpeaba la cabeza. Naturalmente, en la empatía que me caracteriza, me acerqué a socorrerlo.

Ramón estaba nervioso porque un gorila y un panda habían escapado de su cautiverio y era su responsabilidad recapturarlos.



El panda aparentemente se habría disfrazado de cuidador.


El gorila sostendría ideales del imperio norteamericano capitalista.

Mientras lo ayudaba a buscarlos, me comentó que sólo temía por su integridad física (al parecer el gorila era muy violento, no así el panda, que era un pan de dios), y que no temía en contraparte a la trascendencia mediática del hecho y al pánico general de las masas que eso implicaría ya que sostenía que nadie se iba a dar cuenta.

Interesado en tamaña presunción, indagué más sobre el tema. Sin mayores recaudos, quizás por la confianza que le inspiraba me comentó que exhibirían las jaulas de los fugitivos vacías asegurando que se encontraban allí, como hacían siempre que algún animal se escapaba, que por cierto, es mucho más seguido de lo que sospecharíamos. Argumentaba que no faltaría alguno que se adjudicase el avistamiento del prófugo aunque este no se encontrase allí y nadie sospecharía.

A continuación, Bervuello perdió toda inhibición y confeso que el zoológico no llega a poseer la mitad de los animales que ostenta. No porque estos hayan escapado, sino porque nunca estuvieron.

Esto es posible por la confluencia de dos factores:
Por un lado, existe entre la gente el fantasma de que todos los animales, como defensa natural, poseen una increíble habilidad innata para el camuflaje. De modo que antes que juzgarlos inexistentes o no presentes, los juzgarán muy bien escondidos.
Por otro lado, no es menos importante el rol que desempeña la expectativa. Uno ve lo que espera ver, lo que quiere ver. Este fenómeno no es nada menos que la columna vertebral del psicoanálisis.

Nunca encontramos a los fugitivos, ya le decía yo que no iban a esconderse en bares y after offices… pero bueno, el era el cuidador y el la autoridad en el tema… Ojalá los encuentre pronto…

septiembre 04, 2006

Naturaleza ingrata

Triste día si los hay. Amanecí hoy con la amarga noticia de la muerte de mi entrañable amigo, Steve Irwin. Si, el cazador de cocodrilos…

Poco queda que decir después de tamaña bomba. Una mantaraya asesina le dio muerte hoy en una expedición de buceo.

Miles de cocodrilos se visten de luto hoy en todo el mundo, ya nadie luchara con ellos, cientos de tortugas marinas lloran su ausencia. Y no somos pocos los seres humanos que vamos a extrañar a ese loco, pero loco lindo.



Has sospecha de una sociedad nazi de cocodrilos involucrada en el supuesto "accidente". Voy a investigar el hecho.

Saquen sus propias conclusiones pero yo creo que la verdad se me hace obvia. La naturaleza apesta. Steve fue un activo y arrojado ambientalista y en sus 44 años de vida no hizo otra cosa que defender los intereses de la naturaleza y pelear con cocodrilos para divertirnos a nosotros. ¿Cómo se lo paga la naturaleza? Con un aguijón de mantaraya en el pecho y una muerte violenta, sin tiempo siquiera para despedirse de su esposa y amistades.

Señores, esto es la guerra. Ahora mismo me voy a quemar un bosque y matar focas bebes. Y esta noche me la voy a pasar llamando a Greenpeace y para luego colgar en cuanto me atiendan.