El regreso de Aristimuño

¡Alas! ¡Que emocionante aventura! ¡Y al fin termina la saga! Pero permítanme comenzar por el principio.

El pasado viernes, La señorita Gri se contactó conmigo. Joven iniciada en la fe aristimuñan pero con agallas si las hay. Aparentemente, en un desliz, les di mi dirección vieja al resto de los aristimuñan que querían participar en la misión de rescate. Mea culpa. De modo que solo nosotros dos abordamos el Boeing que nos llevaría a tierras norteamericanas a por el ruín Gesell.

Claro, sin el apoyo de las huestes aristimuñans, tuvimos que descartar el plan A que consistía en ataque frontal con las dos terceras partes del pelotón y una maniobra de pinzas con un tercio de elite. No… tuvimos que optar por una acción mas discreta.

Con la señorita Gri nos infiltramos por el drenaje, de allí pasamos a los ductos de ventilación y otros lugares comunes del espionaje, así, llegamos hasta el cuerpo central del edificio. Allí neutralizamos dos guardias, nos disfrazamos con sus ropas y… No, no miré… ¡soy un caballero!... Bueno, pero pormenores más, pormenores menos, llegamos hasta las mismísimas oficinas de Gesell…

Lo teníamos, pero nos habíamos olvidado de su aliado, el licenciado Jenkis y su regimiento de micos entrenados. Nos superaron, nos diezmaron y aunque no sin dar pelea, fuimos capturados.


En los calabozos.

No puedo siquiera comenzar a describir las condiciones de inhumano encierro a las que nos vimos expuestos. Pero que baste con decirles que la notebook de mi celda no tenía internet… y me contó la señorita Gri que la suya ni siquiera tenía jueguitos…

A dios gracias, solo tuvimos que resistir un día en cautiverio. Tras escuchar muchísimo barullo, golpes, disparos, vidrios rompiéndose, sartenes golpeando cabezas, llegó a nuestra celda el mismísimo Aristimuño, que en un esfuerzo aunado con Sigmund Freud y Jean Piaget habían reducido al criminal y procedían a liberarnos.


El rescate de fede, freud y Piaget

Aristimuño se quedo atrás a arreglar unos últimos asuntos pendientes, para salvaguardar la falsa muerte de sus aliados. En estos días estará regresando a ocupar su legítimo lugar como autor en estos escritos virtuales.

De modo que este es el fin. Aquí me despido, y feliz de haber podido ayudar. Seguramente volverán a escuchar de mi en algún futuro, pero ya no de mi parte.
Un abrazo.