Federicuentos: "Mario y Rubén"

Era la primer visita de Mario a la Argentina. Necesitaba aire, la maldita costumbre de Hanibal de fumar habanos ya empezaba a irritarlo. Había conocido a Rubén por el chat. A él también le gustaba la lucha profesional y usar mallas ajustadas, así que se dejo convencer sin ofrecer demasiada resistencia, empacó algunas cosas, se despidió de Murdock, Fazz y la camioneta… a Hanibal no lo saludó; se pusó dos o tres de sus cadenas de oro favoritas al cuello y se tomó el primer helicóptero a Buenos Aires.

El Ancho no cabía en sí de la felicidad cuando Mario le anuncio su visita. La noche anterior, casi no pudo dormir de los nervios. Para colmo de males, la mañana predecesora de aquella tarde tan esperada recibió un llamado del Capitán Aquario rogándole que lo reemplace en su enfrentamiento contra los Hermanos Ornitorrinco. Sucede que había ido a comer a lo de Bulldog y este lo había convidado con carne cruda y esta le cayó mal. Rubén sabía que el Capitán era flojo de vientre y supo que no le mentía. Por suerte, recordó que Kato, el ninja blanco, le debía un favor de cuando lo había salvado de Motosierra y logró convencerlo de que reemplace a Aquario en su lugar. Feliz y libre, el Ancho pudo sacar provecho a la mañana: se bañó, se hizo el cavado y se aplico su mejor aceite por todo el cuerpo.

Cuando se vieron por primera vez se detuvo el universo.
- “Señor T…”
- “Don Helicótero… Digo… Doña Florind… digo digo… Don Pehuchele”
Se miraron abstraídos de todo, mas allá del bien y del mal.
- “Te traje este humilde helicótero… digo obsequió” – dijo Barakus acercándole su ticket usado de viaje en helicóptero.
- “Aaahhh… … que… lindo…” –dijo Rubén un poco confundido…
Mario se dio cuenta que le había dado el boleto y volvió a repetir su ofrecimiento (si, se volvió a equivocar y casi dice helicótero otra vez), pero está vez, le dio el verdadero regalo. Un dibujito que le hizo en el viaje. Al darselo le dijo:
- “Me salió mas o menos… se movía mucho el helicótero.”
Pero a Rubén le pareció hermoso.

- “No gusta pasar a tomar una tacita de helicótero?... digo café?” – le propuso Rubén.
- “No será mucho helicótero?”
- “Claro que no, pase usted…”
- “Después de usted”
Y el pícaro de Mario le pellizco el trasero a Rubén.
- “Ay! Sos un loco vos!”

No se separaron más desde entonces. Si no estaban jugando al twister se juntaban a ver “Los Dukes de Hazzard” o a ver películas viejas. A Mario le gustaban las románticas y fue así que un buen día, después de ver Casablanca, Rubén juntó coraje y le pidió a Mario que se quedara a vivir en Bs. As.. El “sí” no se hizo esperar y tampoco el abrazo en el que en consecuencia se fundieron ambos dos. Abrazo que, apasionado como era, los llevó al suelo donde comenzaron a girar sobre si mismos. El abrazo fue mutando en una lucha de catch y así, girando enmarañados en su lucha, indivisibles cual numeros primos, fue que llegaron a Parque Chas donde chocaron contra una diagonal y se vieron separados.

Rubén busco a Mario por 17 largos años sin éxito. Comprendió de la forma más cruel el peligro que encierran las calles con nombres en vez de números de Bs. As., con sus diagonales y cortadas.

Fue así que 5 años aún mas tarde, tras un arduo trabajo de campo, de investigación y recolección de datos, desarrollo un compendio sobre las calles y los medios de transporte de esta traicionera ciudad. La nombro en honor a su buen amigo, el entrañable Mario Barakus. Le puso “Guía T”.