Federicuentos: Una de espías (2da parte)

Al despertar, se encontraba aprisionado en una celda junto con un afro americano barbudo. La celda estaba en medio de una gran sala de baldosas blancas. En sus paredes había grandes ventanales por los cuales se podía observar una gran piscina con tiburones, orcas asesinas y tortugas mordedoras.

Miró a su compañero de celda.
- ¿Quién eres tú?
Por toda respuesta tarareó la musiquita de MacGyver. Maxwell decidió entonces ignorarlo. Tenía que pensar una forma de salvar el día.
Entonces escucho una risa maléfica (tipo “mujejejejeje”) que provenía de un sillón de los de rueditas que le daba la espalda a unos 20 metros de la celda. El sillñon giró sobre si mismo y allí estaba sentado Siegfried.
- Vaya, vaya, vaya. Pero si no es el mismísimo agente 86, nada menos que Maxwell Smart.
- Ríndete Siegfried, el edificio esta rodeado por 18 escuadrones de alto impacto de CONTROL!!
- No sea ingenuo señor Smart, ¿De veras espera que crea eso?
- ¿Me creería 2 escuadrones?
- Tampoco.
- ¿Uno?
- …
- ¿3 policías con una moto?
- …
- ¿Un guardia Urbana con un caniche toy de pocas pulgas?
- Lo siento señor Smart.
Y continuó:
- Ahora voy a liberarlo para mostrarle mi genial plan de dominación mundial. Por favor, no intente nada estúpido, a una sola orden mía esta sala se llenaría de guardias de KAOS que lo neutralizarían y me vería obligado a alimentar a mis pecesitos con sus restos…
Y dicho esto tomó una gran bocanada de aire… lo había dicho de corrido sin respirar.
- ¿Me está usted amenazando Siegfried?
- Erm… si
- Oh…
- Mis orcas hace mucho que no se alimentan, les vendría bien un bocado… ¿Sabe? Las orcas en verdad son delfines, ¿Sabía eso?
Se activaron todos los engranajes de Max a la vez. Tanteó su bolsillo, si, aún tenía su lapicera. Sin embargo esperó, “espera que abra la puerta..:” se repetía para si. Cuando por fin un chirrido anunció que la puerta estaba abierta sacó su lapicera la arrojo al aire y mientras Siegfried miraba distraído el vuelo de la lapicera lo neutralizó con un golpe de Karate con el canto de su mano.

Al ver esto, los dos guardias que cuidaban la puerta arrojaron sus armas y corrieron hacia el botón de auto destrucción que se encontraba en el panel de control. Los interceptó el compañero de celda de Max. Eran dos contra uno, pero él era bastante corpulento y parecía conocer algún estilo de lucha libre y pudo detenerlos con relativa facilidad.

- Bien hecho. Si llegaban a tocar éste botón, el lugar volaría en pedazos.
Y al decir esto, cuando señalaba “este botón” sin querer lo presionó.
Toda la sala tomaba intermitentemente un color rojizo producto de las luces que se prendía y apagaban, mientras una estridente y monótona sirena sonaba en todo el lugar junto con una grabación que anunciaba la cuenta regresiva para la destrucción total.

A la voz de “huyamos!”, Max comenzó a correr en círculos. El negro barbudo derribó una puerta, tomó a Max y lo puso a salvo.

Juntos vieron como todo volaba en mil pedazos y entre los restos de los secuaces de KAOS que caían del cielo Max juzgó el momento oportuno para despedirse.
- Creo que es la hora de la despedida amigo. Recuerda que todo lo que viste hoy es mega secreto así que… tú sabes…. Muzzarela.
Al oir esto el negro rompió en llanto y entre sollozos le explicó que hacía 24 años que estaba en Parque Chas y no podía salir. Entre su larga cabellera y su amotinada barba, Max pudo distinguir sus ojos de perro arrepentido, con sus miradas tan tiernas, con el hocico partido y el rabo entre las piernas y no pudo tolerarlo.
- Ten – le dijo entregándole la Guía T – tú la necesitas mas que yo. Ya concluí mi misión aquí, no tengo mas necesidad de ella.

Y dicho esto se retiró. No pensó que necesitaría de la Guía T para salir. No imaginó que su zapatófono no tendría señal en Parque Chas. Esa, fue la última vez que alguien vió al bueno de Max.

No se pierdan el próximo capítulo de Federicuentos!!!