Pero que las hay, las hay?

creer o reventar? Reventar!

Hace hará poco más de un par de semanas, mi hermanita se andaba sintiendo más o menos. De hecho, falto al colegio un par de días.

Nada de todo esto resulta demasiado extraño, y no me hubiese llamado la atención, de no ser por como se manejó la resolución del asunto. En esos días estaba de visita mi abuela, y, coincidentalmente, era el día en que la doméstica realizaba sus labores también. El malestar de mi hermanita fue decretado por mi abuela bajo la clasificación de empacho. Y Aurora, la doméstica, que ya es casi una más de la familia, conocía una amiga que sabía curar el empacho.

Lo especialmente inconciliable es que mi abuela se declara ferviente del credo católico apostólico romano, y, era mi entender, que el mismo no admitía creencias de índole supersticiosa, de empachos, males de ojo y brujerías…

De todos modos, bajo el la bandera de “Las brujas no existen, pero que las hay, las hay” llamaron a la hechicera en cuestión.

Cabe aclarar que las brujas ya no son lo que eran. Inmersas en el mundo postmoderno como lo están, en la era de las comunicaciones se han adaptado al medio y vuelto más eficientes, al punto que la señora en cuestión, resultaba capaz de curar un empacho vía telefónica.

Un par de días mas tarde mi hermanita se sentía mejor. ¿Magia? ¿Coincidencia? No y si respectivamente, no era un malestar terminal, era obvio que se le iba a terminar pasando… pero bueno, si quieren pensar que la bruja hizo algún gualicho por teléfono, allá ellas. Yo, como hombre emblemático de ciencia que soy, me quedo del lado de la realidad.